Entre Amigos



Entre amigos...


Conozco a un hombre maravilloso, que desde que supe de su existir quede fascinada con su vida y con su ser, es un hombre encantador, un caballero por excelencia y un amigo incondicional.

Desde siempre ha estado para mi cuando más lo necesito, me escucha, me entiende y me abraza con amor. No logro entender cómo me ama tanto.

Cada semana trato de hacer espacio para él entre mis tiempos y mi vida de adulto, me resulta difícil, pero lo logro, aunque siendo honesta a veces me gana la pereza, me siento mal, pero le llamo y le informo que en ese momento no estoy muy bien para visitarlo pero que no piense que no quiero verlo, le digo que lo amo y lo dejo.

Hoy es día de vernos, día de estar juntos, y emocionada me visto para verlo. Estoy feliz por el reencuentro, pues llevo una semana sin verlo y el estrés, la tristeza y la ansiedad me han visitado esta semana y necesito hablarle de eso, que me escuche y me aconseje, pues, eso hacen los amigos, ¿qué no?

Se llega la hora y salgo perfumada de casa, enciendo el coche y pongo la música que me recuerda a él, la que le gusta y aquella que cuando le canto sonríe feliz al escucharme.
Nerviosa llego al lugar de siempre, ese lugar donde sé que es un espacio tranquilo para hablar y escuchar. Estaciono y apago el coche, me detengo, arreglo mi cabello, respiro profundo y camino.
No sé por qué aún me pongo nerviosa de verlo, posiblemente porque cada vez que lo veo, quedo maravillada con su hermosura.

Realmente es un hombre guapo. ¿Estoy enamorada de él? Lo estoy. ¿Lo amo? Claro, lo amo tanto, como amigo, como hermano e inclusive a veces como un padre que me orienta y me guía en la vida.
Arribo al lugar donde nos vemos siempre, abro la puerta y lo veo frente a mí, tan fuerte, tan sereno, tan sonriente y me recibe con un abrazo cálido, lleno de paz y amor, amor incondicional.
Apenas me siento frente a él y como me conoce tan bien, incluso más que yo a mí misma, me dice con su dulce voz:

- ¿Hola pequeña, que te pasa? - Sonrío porque sé que ya lo sabe, siempre sabe todo lo que tengo, pero espera a que yo se lo diga.
- Perdón por apenas llegar y agobiarte con mis problemas, pero tu empezaste a preguntar. Estoy cansada, triste, ansiosa, estresada y siento que todo va mal.

No puedo sostener más las lágrimas y comienzo a llorar, tan pronto recorren mi rostro las seco, y trato de mantener la compostura, respiro y prosigo a contarle mis problemas. Es tan bueno escuchando, que ni siquiera me interrumpe, se mantiene atento a mi historia, sonríe como diciéndome: tranquila. Me sostiene del hombro y su mirada fija en mi me hace sentir en paz.

- ¿Por qué es tan difícil esto?
- ¿Qué cosa?
- La vida, la adultez, el amor, las deudas, los problemas, el trabajo, ¡todo!
- No lo es, solo te preocupas demasiado por cosas que pueden solucionarse y tienen solución. Te enfocas en lo que no tienes y te olvidas de todo lo bueno que posees.
- ¿Qué poseo? ¿De qué me jacto? De deudas, de estrés, de insomnio, de un mal de amores, ¿de intranquilidad?
- ¿Querida mía, acaso no tienes salud? ¿Acaso no tienes trabajo, Coche, comida, techo, vestido, tu familia completa, amistades que te aman, y demás? ¿Las tienes?
- Si, las tengo. Pero eso no me ayuda a resolver los problemas que tengo.
- Claro que sí, te diré, que cuando tu agradeces, las cosas buenas llegan, el que agradece sabe ser feliz. ¿Quieres ser feliz? Empieza a agradecer por todo lo que tienes.
- A veces olvido lo bueno que tengo, y tienes razón, solo aquél que sabe ser agradecido sabrá ser feliz. Pero es que me es difícil, me ahogo sola en el vaso de mis problemas.
- Tranquila.
Sonríe y me abraza.
-Todo estará bien, confía. Te amo mucho.
Seca mis lágrimas y me sonríe, con esa sonrisa que tanto adoro. Me da un abrazo dulce y me besa la frente.
- ¿Por qué mejor no me cantas?
- Sólo porque tú me lo pides, no escuches mis notas desafinadas, más bien, escucha mi sentir.

Sonrío y le tomo la mano. Empiezo a entonar esas dulces melodías que expresan mi amor por él, no me importa quien este alrededor de nosotros, para mi ese momento es el más íntimo entre los dos, yo cantándole a los ojos y el viéndome con tanto amor, sin bajar la mirada. Termino mis posibles malas entonaciones y sigo platicando con él, durante una hora más le platico y me platica, me escucha y lo escucho. 
Trato de aprender siempre de él, pues es un hombre muy sabio, algo que también me fascina de su ser. La hora pasa rápido y llega la hora de despedirme, me entristece un poco dejarlo pues quisiera estar con él todo el tiempo, pero llego el momento de volver a la realidad, de la que me olvido por instantes cuando estamos juntos.

-Llego la hora, tengo que irme. Pero amado mío, no me despido, pues mi corazón y mi alma se quedan contigo.
-Ve, anda querida mía, te esperan en casa. Recuerda que te amo y que si me necesitas aquí estaré siempre para ti, las 24 horas del día los 365 días del año, yo estaré contigo hasta el fin del mundo.
Sonrío y de nuevo sostengo el llanto, le abrazo con el alma y me despido. Camino a la puerta de salida, me doy media vuelta y lo veo.
-Espera, dame tu bendición.
Sonríe y me ve fijamente y levanta sus manos a mí, diciendo:
-En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.
Respondo sonriente:
- ¡AMEN!

Pongo mi mano en mi boca y le soplo un beso. Lo amo, lo amo tanto. Y amo estar con él. Salgo del lugar renovada, motivada, feliz, amada y con una ligereza en mí, pues todos mis problemas los puse en sus manos.

No veo la hora en la que pasen los días y vuelva a visitarle. Ya lo extraño y apenas lo vía. Sin embargo, siempre puedo hablarle. Estamos en constante comunicación. Me escucha y responde.
Jamás pensé tener una relación así, tan hermosa, tan bella, tan amorosa, y tan valiosa.

Ya quiero que pase la semana, ya estoy lista para verlo. Lista para platicarle mis problemas, mis tristezas, pero también mis alegrías y mis buenos ratos. Así es con él, así es mi vida junto con él, así es mi vida, a lado de mi mejor amigo, y posiblemente del amor de mi vida, a lado de Jesús, Jesús Sacramentado.







Autor: Nelly Barrón.



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